En los primeros siglos de la era cristiana, los matrimonios eran a menudo impuestos por los padres por razones económicas o para consolidar alianzas familiares. San Valentín, en cambio, introdujo la idea de un matrimonio basado en el amor recíproco y la libre elección, independientemente del estatus social. Esta visión socavaba los fundamentos mismos de la sociedad romana, tan rígidamente estratificada. Con su gesto, San Valentín sembró la semilla de una transformación social que cambió profundamente la manera de vivir las relaciones.
Hoy, la fiesta de San Valentín nos recuerda que el amor no es imposición ni dependencia, sino una elección libre. Y es precisamente esta libertad la que fortalece el vínculo entre dos personas. Sin embargo, todavía con demasiada frecuencia confundimos el amor con el deseo de poseer al otro, de moldearlo según nuestras expectativas. El verdadero amor, en cambio, deja al otro libre de ser quien es, de crecer y evolucionar según su propio camino.
Amar de verdad significa tener el valor de confiar, de ser vulnerable, de aceptar que el otro pueda tomar decisiones diferentes a las nuestras. Es en esta aceptación donde el amor encuentra su expresión más elevada y auténtica, porque se convierte en un perfume que no puede retenerse, sino solo expandirse.
Ya sea en una relación sentimental, en la familia o en la amistad, lo que realmente importa es el flujo incesante de este sentimiento, ofrecido y compartido con quienes nos rodean.
¡Feliz San Valentín!
Bernard y Angy
