Hoy celebramos la entrada a Jerusalén del Cristo bendicente. Es recibido por una multitud festiva, alegre de saber que Cristo estaba a su lado para sostenerla incluso solo con este gesto auspicioso.
¿Pero, qué es realmente la bendición? Nace de la oración, la meditación y todas aquellas actividades que nos ponen en contacto con nuestra alma. La elevación que resulta de ello permite abrir un portal entre el cielo y la tierra. Cuando se vive este estado de apertura del corazón, es natural querer compartirlo con quien esté dispuesto a recibirlo. Esta compartición es una bendición que le permite a su vez liberarse del peso de su rutina, aunque solo sea por unos instantes, para poder experimentar la alegría de esta unión mística.
Todos nosotros, en nuestro pequeño, bendecimos en un momento dado de nuestra vida. Lo hacemos incluso cuando nos centramos en nosotros mismos para poder acoger al otro en su sufrimiento. Esta escucha auténtica abre las puertas del corazón de quien la recibe y le permite encontrar consuelo, aunque solo sea por el tiempo del encuentro. En este Domingo de Ramos les deseamos recibir y dar bendiciones, que sean pequeñas o grandes.
Bernard y Angy