El invierno nos ha acunado en su abrazo silencioso, permitiéndonos asentar el pasado, procesarlo, comprender y perdonar. Un periodo de descanso, no siempre fácil, pero una etapa fundamental en nuestro crecimiento. Cada estación tiene su porqué, y ahora es el momento de pasar página. Abrimos las puertas a nuevas realidades, ideas y proyectos. La primavera trae consigo un renacimiento, no sólo en la naturaleza, sino también en nuestro interior.
Se crea en nosotros un vórtice, a nivel energético, que alimenta nuestra alma y la proyecta de nuevo hacia el exterior. Por eso sentimos la necesidad de salir de la soledad y conectar con la vida en todas sus formas. Nos esperan nuevas experiencias que nutren nuestra alma a través de la vista, el oído, el tacto y la respiración. Este vórtice conduce a una transformación que sucede espontáneamente, como una metamorfosis natural que no requiere esfuerzo ni voluntad. Dejémonos fluir en el cambio que ya se está produciendo, sin obstaculizarlo.
Como los árboles, la primavera es el momento de unir las energías celestes, que nutren el cuerpo desde arriba, y las energías telúricas, que lo nutren desde abajo. Son una suave brisa que sopla a través de nosotros, desempolvando y eliminando todo lo que el invierno ha acumulado: pensamientos cristalizados, palabras no dichas, acciones no realizadas. El tiempo de procesamiento del invierno ha terminado, es hora de dejarlos ir….
El aire primaveral aligera nuestras cargas, las vividas y las inconscientes. Como las mariposas que salen de su capullo, es hora de salir de nuestro caparazón interior y desplegar las alas hacia nuevas aventuras. Movamos el cuerpo, caminemos por la naturaleza y redescubramos la vibración chispeante de la primavera, sobre todo cuando nos sentimos agobiados y confusos.
Con el calor del sol envolviéndonos y la ligereza del aire impregnándonos, damos gracias y celebramos un nuevo ciclo de vida a punto de comenzar.
Todo lo que tenemos que hacer es aprovechar el momento ❣️
Bernard y Angie
