El 15 de agosto, es el día de la Asunción de María, es decir, su ascensión al cielo junto con su cuerpo físico. Este evento extraordinario encuentra paralelos en numerosas tradiciones y creencias: por ejemplo, Elías «desaparece ante los ojos de Eliseo mientras lo ve subir al cielo en un torbellino de fuego». Enoc, bisabuelo de Noé, también «desapareció, ya que Dios lo tomó». Incluso Filóstrato nos cuenta que Apolonio de Tiana habría sido elevado de manera similar. Las tradiciones hindúes y budistas también relatan el ejemplo de la ascensión de muchos grandes personajes como Arjuna y Yudhishthira junto con su cuerpo físico.
Pero ¿cómo puede ocurrir un evento tan extraordinario? La visionaria Mirra Alfassa, conocida como «mère», ofreció una perspectiva muy interesante. Sugirió que al despertar la conciencia inmortal dentro de nuestras células, podríamos transformar nuestra frecuencia y escapar a la muerte.
Estoy convencido de que en cada uno de nosotros reside la conciencia de nuestra naturaleza inmortal. Al reconectarnos con nuestra esencia divina, podríamos despertar el don de la inmortalidad, inherente al alma, hasta en nuestras células más pequeñas. Si consideramos nuestro cuerpo como un verdadero templo del alma, se despertará a su verdadera dimensión divina. Al final de nuestra existencia, podrá seguir a nuestra alma, ya que será el vehículo perfecto y la muerte no tendrá poder sobre él.
En este día dedicado a María, Madre e Hija de Su Hijo, como Dante magníficamente la describe en el último canto del Paraíso, les deseamos que la fe en nuestra esencia inmortal pueda brillar en cada uno de nosotros.
Bernard y Angy.