Cuando el terapeuta egipcio recibía a un paciente, lo primero que le acostumbraba a preguntar era: ¿Contra quién o contra qué estas en guerra? Ya en tiempos de Akenatón, era evidente que la enfermedad escondía un conflicto interno. Cada lucha esconde una división en nosotros que acaba concretizándose.Esto sucedía hace 3.500 años y actualmente continúa pasando, y aún más, ya que vivimos una vida, que no nos economiza ni tensiones, ni estrés. A menudo nos sentimos culpables porque hubiésemos tenido que…, o porque había que…. Así, acabamos teniendo miedo a nuestras propias reacciones, a nuestra manera de hacer, es decir, a nosotros mismos. Y de manera dañina, enfrentamos estos conflictos externos hacia nosotros. Esta enorme exigencia, nos hace perder la alegría y las ganas de vivir, que son el motor de nuestra salud. En consecuencia, ¿esta actitud es el reflejo de una falta de amor hacia nosotros mismos? ¿Tenemos tendencia a proyectar al exterior una necesidad interior?.La práctica de antiguas terapias, enseñaba a encontrar el equilibrio de nuestro ser. Se aplicaban para pacificar la relación con nosotros mismos y con los demás, que son nuestro propio reflejo. Ya en aquella época, la influencia de los pensamientos sobre nuestras células era una evidencia.
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