El arcoíris siempre ha sido el símbolo de la unión entre los dos mundos: visible e invisible, dos caras de la misma moneda. Cuando veo el arcoíris, como hace unos momentos, y además en el día del solsticio de invierno, me parece un guiño del mundo invisible y me recuerda que más allá de las dificultades diarias, el mundo siempre está inundado de esta magia que anima el espíritu de la Navidad y los días anteriores. Aprovechemos del espíritu de esta temporada navideña para conectarnos y traernos los unos a los otros los colores de la magia del amor divino.
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